Capítulo 2 - Catedral de Celis
Al
día siguiente, Mylia pidió permiso al director de la escuela para faltar a
clase y cumplir con la invitación de la Iglesia de Celis.
Mylia
tomó un coche de caballos hasta la catedral de Celis, que también estaba en la
capital real. Tardaría unos veinte minutos.
Los
carruajes de la capital real eran similares a los autobuses de Japón. Recorren
la capital real y se detienen en los principales lugares de la ciudad.
Después
de viajar un rato, Mylia miró fuera por la ventanilla del carruaje y vio a una
mujer que caminaba por la calle mientras tiraba de su carro de comercio, que
estaba lleno de dulces.
(¿Hm…? ¡Esos dulces! Creo
que me bajaré aquí. Sería conveniente si este carruaje tuviera un botón de
parada…)
—
¡Eii!
Mylia,
que no pudo resistir la tentación de los dulces, saltó inmediatamente del
carruaje.
En
esta ciudad, a menos que seas una persona mayor, un discapacitado o una dama
con un vestido largo, puedes saltar del carruaje en cualquier momento sin
avisar al conductor. Es seguro porque los carruajes en la capital real no
corren rápido. Después de todo, había mucha gente en las calles.
Mylia
le compra a la mujer una bolsa llena de dulces horneados llamados “oubri”. Se
parecen a los cucuruchos de los helados.
Era
como comer sólo el cucurucho sin el helado, pero la textura crujiente y el
ligero dulzor de los dulces llamados oubri formaban una hermosa armonía de
sabores en la boca de Mylia.
—
¡Mmm~! Me pregunto a qué sabrá con helado. Debería probarlo la próxima vez.
Como
la catedral no estaba lejos de su posición, Mylia decidió continuar a pie
mientras disfrutaba de su oubris.
(Chloe onee-chan y Aria-san
me dijeron que no hiciera promesas extrañas con la iglesia, pero… Esa
majestuosidad de la catedral me hace sentir que no podré decirles que no…)
Mylia
podía ver la catedral mientras caminaba. Era tan magnífica que podría
inscribirse como patrimonio de la humanidad.
Mylia
miró al edificio con los ojos muy abiertos mientras se metía el tercer oubri en
la boca.
Le
asombraron los muros exteriores exquisitamente tallados y las hermosas
vidrieras incrustadas en paredes y techos, formando complejos dibujos.
(Me pregunto si podré
construir un edificio tan lujoso como este en el Territorio Atwood cuando me
convierta en el señor feudal… Ah, claro. Conseguiré algunas fotos para tener
referencias.)
Mylia
sujetó la bolsa de oubris con la boca y sacó una piedra mágica de color
esmeralda de su bolsa mágica. Luego hizo una forma cuadrada con los dedos
pulgar e índice, miró a la catedral a través de ella y activó su magia de
cámara.
Mientras
hacía fotos, Mylia pensó en enseñar a Aria y a Leaf a usar este hechizo, para
que pudieran guardar en imágenes cada momento que no quisieran olvidar.
(Me pregunto qué tipo de
gente conoceré allí… ¿Me encontraré con el Cardenal? Son personas importantes
en la Iglesia de Celis, ¿verdad? Si no me equivoco, la persona con el rango más
alto es el Papa, pero… Uhh, no entiendo muy bien cómo funciona la jerarquía en
la Iglesia de Celis…)
Mientras
pensaba eso, Mylia siguió caminando hacia la puerta de la catedral.
Cuando
llegó a la puerta ya había terminado de comerse todos sus oubris. Tras tirar la
bolsa de papel vacía a una papelera, Mylia entró en la catedral y se acercó a
una hermana/monja que estaba sentada ante una gran mesa que parecía un
mostrador de recepción.
—
Buenos días.
—
Buenos días, señorita. ¿Ha venido a rezar?
—
No, umm… Alguien de la iglesia me pidió que viniera. Mi nombre es Mylia.
Después
de que Mylia se presentara, la monja se fijó en el emblema de Dragon Slayer que
Mylia llevaba en el pecho.
—
Ah, perdóneme. Barón Mylia de la Atwood, la estábamos esperando. Por favor,
sígame.
Al
darse cuenta de con quién estaba hablando, la monja se levantó inmediatamente y
guió a Mylia hacia el interior de la catedral.
—
Whoaa…
Al
igual que el aspecto exterior, el interior de la catedral era espléndido. Mylia
pensó que aquel edificio era una obra maestra.
Había
vidrieras con la forma de una espada gigante incrustadas en las paredes
interiores y una enorme estatua de la diosa Celis en la gran sala que estaba
iluminada por numerosas herramientas mágicas de iluminación que se alineaban
ordenadamente en el techo.
—
El Cardenal vendrá a verla. Por favor, espere aquí un momento.
La
monja esbozó una suave sonrisa y dejó sola a Mylia.
Mientras
esperaba al cardenal, Mylia echó un vistazo a la habitación.
(Recuerdo haber visto una
iglesia así de grande en un libro en mi vida anterior… Parece que adorar dioses
es una costumbre que existe en cualquier mundo…)
Mylia
recuerda la vez que leyó un libro de historia universal en la biblioteca del
instituto. Había muchas fotos de edificios bonitos de todo el mundo. En el
libro había una foto de una gran catedral, pero no recordaba bien los detalles.
KuuUuuUuu~
De
repente, a Mylia le rugió el estómago.
(Acabo de comerme una bolsa
llena de oubris pero todavía tengo hambre… Debería haber comprado más… Todavía
tengo algo de carne de Dabola en mi bolsa mágica, pero… comer en una iglesia
está prohibido, ¿no? Uf…)
Mientras
se frotaba el estómago, Mylia miró la estatua de la diosa Celis en el centro de
la sala.
Los
ojos de la estatua brillaban. Parecía que habían utilizado un par de piedras
mágicas para hacer los ojos.
(Creo que voy a hacer fotos
de esta habitación para no pasar hambre.)
Mylia
sacó una piedra mágica y empezó a hacer fotos de la habitación con su Cámara
Mágica.
Mientras
lo hacía, apareció por la puerta trasera un anciano que parecía ser el
cardenal.
—
Barón Mylia, siento haberla hecho esperar. Ha pasado tiempo desde que nos vimos.
Llevaba
un uniforme sacerdotal de color blanco puro con intrincados bordados dorados.
Se acercó a Mylia y le sonrió amablemente.
Al
verle la cara, Mylia recordó que una vez lo conoció en la fiesta para celebrar
su ennoblecimiento y el de Chloe, hacía ya un tiempo.
Según
Aria, parecía ser una persona importante en la facción de la reina Kushana.
Dijo que era una de las personas de las que Mylia debería hacerse amiga.
(Conozco a esta persona. No
puedo olvidar su aura majestuosa única…)
Mylia
recordaba muy bien cuando intercambió saludos con el Cardenal.
Su
ambiente tranquilo y sus gafas grises redondeadas eran inolvidables.
—
Ha pasado tiempo, Cardenal Copel.
Mylia
guardó la piedra mágica en su bolsa mágica e hizo una reverencia al cardenal.
Olvidó
la mayoría de los nombres de los invitados a la fiesta de entonces, pero
recordaba a los que dejaron impresiones únicas.
—
Parece que te interesa esa estatua de la diosa Celis. ¿Hablamos delante de
ella?
—
Muy bien.